En un inusual despliegue de visitas presidenciales y de la presidenta electa, Sinaloa se ha convertido en el epicentro de la atención política, pero no precisamente por razones que inspiren confianza. En un lapso de 15 días, Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum han hecho presencia en el estado, inaugurando obras y reiterando el respaldo a la administración del gobernador Rubén Rocha Moya. Sin embargo, estas constantes apariciones han levantado sospechas y críticas, especialmente a la luz de la reciente captura del líder del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada.
Durante la última visita, en la inauguración del Distrito de Riego de la presa Picachos, Rocha Moya volvió a presumir que en Sinaloa se gobierna “con integridad y luchando contra la corrupción”. Estas palabras, repetidas una y otra vez, suenan huecas frente a las acusaciones que emergieron tras la detención de “El Mayo”. En una carta filtrada, Zambada señala al propio gobernador como parte de un presunto vínculo con el cártel, lanzando una sombra de duda sobre las verdaderas motivaciones de estas visitas oficiales.
Inauguración del distrito de riego de la presa Picachos, desde El Rosario, Sinaloa https://t.co/8TKl3oRPMB
— Andrés Manuel (@lopezobrador_) August 25, 2024
¿Qué lleva al presidente y a la presidenta electa a concentrar tanto interés en una región marcada por la influencia del narcotráfico? Mientras se inauguran canales de riego y se promueven programas sociales, el trasfondo de corrupción y vínculos con el crimen organizado sigue manchando la reputación de Sinaloa.
A pesar de las continuas apariciones públicas de López Obrador y Sheinbaum en Sinaloa, las preguntas persisten: ¿Realmente se está combatiendo la corrupción, o se están sellando alianzas bajo la sombra del narco? La inauguración de obras no puede ocultar el hecho de que Sinaloa sigue siendo una tierra donde el narcotráfico mantiene una presencia dominante, y donde las acusaciones de “El Mayo” contra el gobernador Rocha Moya exigen una respuesta contundente y transparente.
El compromiso del presidente de regresar antes de concluir su mandato en septiembre, junto con las palabras de Sheinbaum prometiendo tres años más de apoyo, solo refuerzan la percepción de que en Sinaloa se juega un juego de poder con fichas mucho más oscuras de lo que se quiere admitir.